lunes, 11 de junio de 2012

CUMBRE RIO+20 INTENTA ENCARRILAR EL PLANETA HACIA EL DESARROLLO VERDE


Brasil organiza la Cumbre de Desarrollo Sostenible Río+20, por un mundo más equitativo.

La frase se ha escuchado muchas veces, para asombro de unos y recelo y sospecha de otros: que "el planeta se mueve hoy en medio de un sobregiro de recursos, porque sus 7.000 millones de habitantes usan y consumen sin control agua, minerales, energía, naturaleza... Y a menos de que pronto cambiemos el rumbo, para el año 2030 necesitaremos otro planeta para mantener nuestro nivel de vida, en ese momento con 2.000 millones más de seres humanos".

Pero como muy pocos estarán dispuestos a mudarse a ese hogar de repuesto, que se usa como una quimera por los expertos para ilustrar el nivel de la crisis planetaria, a la raza humana no le queda otra alternativa que arreglar su averiado barco, pero sin bajarse de él y en pleno viaje mar adentro.

Eso es lo que intentará hacer Río+20, el nombre que se usa hoy para hablar de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, que arrancará en esa ciudad brasileña en menos de tres semanas y que buscará trazar léase esto al pie de la letra solo trazar, los pasos hacia un mundo más seguro, más equitativo, más limpio, más verde y más próspero.

Esta conferencia tiene un significado simbólico, porque se realiza 20 años después de la Cumbre para la Tierra de 1992, cuando la humanidad ya sospechaba que su nave tenía fallas.

Sin embargo, el viaje siguió con sus tripulantes comprometidos a arreglar dos averías elocuentes: el crecimiento de la pobreza y el deterioro ambiental, causado por la pérdida de hábitats, la deforestación y el cambio climático, una grieta que comenzó a abrirse sin remedio por la quema de combustibles fósiles y la emisión incontrolada de gases de efecto invernadero. Pero poco se hizo, se siguió navegando con la misma consigna del Titanic: "A este barco no lo hunde ni Dios". Pero, como le ocurrió a ese gigante aparentemente insuperable, hoy estamos haciendo agua. "Desde Río 92 hemos acumulado canas sin haber desenredado el ovillo del desarrollo sostenible", dice para resumir la falta de acciones Manuel Guzmán Hennessey, profesor de la Universidad del Rosario y experto en medio ambiente y cambio climático.

Sin muchas segundas oportunidades en el horizonte y con la necesidad de crear el remedio entre nosotros, Río+20 reunirá a representantes de más de 170 países para tratar de dar un timonazo y avanzar hacia buen puerto.

"Se debe refundar el actual modelo económico y apostar por la llamada economía verde como herramienta para crear empleos decentes en todo el mundo. Darle toda la importancia a la seguridad alimentaria, al uso masivo de energías limpias, al acceso universal al agua potable y a la creación de empleos para una creciente fuerza laboral", ha dicho públicamente en muchas reuniones el secretario general de las Naciones Unidas, el coreano Ban Ki Moon.

Una posición testaruda en la que queda claro que el desarrollo sostenible no es un tema exclusivo de ecologistas recalcitrantes, sino que debe combinar esfuerzos económicos, políticos y sociales.

"Río+20 será la última oportunidad para comenzar a solucionar el problema del impacto del cambio climático en el sistema alimentario, porque sin seguridad alimentaria no habrá paz", dice la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Tema que se relaciona con la protección de los océanos afectados por la pesca excesiva 85% de los recursos marinos están sobreexplotados, dice el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) y con la eficiencia de nuestras ciudades, que deberán volcarse, por ejemplo, al uso de transportes cada vez más limpios para reducir el impacto en el clima las ciudades aportan hasta 80%de emisiones de gases de efecto invernadero y en ellas vive la mitad de la población mundial, según laOrganización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

 Muchos países intentan implementar soluciones independientes, ante la falta de consensos y acuerdos multilaterales para tratar la crisis socioambiental. "Esto ocurre porque en los últimos 40 años se les ha otorgado primacía al crecimiento económico y a los intereses de corto plazo de la gran empresa privada, mientras que la protección de los ecosistemas estratégicos que ofrecen, sin costo, servicios como agua y aire, ha quedado relegada. Los billones de dólares invertidos para salvar al sistema financiero internacional, tras la crisis del 2007, contrastan en forma patética con la languidez de los recursos económicos destinados a salvar el planeta", opina el exministro de Ambiente Manuel Rodríguez Becerra.

En medio de los vaticinios de algunos en el sentido en que Río+20 será tan decepcionante como la tan mentada Conferencia de Cambio Climático de Copenhague, del 2009 que estaba llamada a salvarnos del naufragio y terminó solo con una reunión de buenas intenciones, Paula Caballero, directora de asuntos económicos y sociales de la Cancillería, dice que hay una tabla de salvación, un barco construido hace menos de un año que salió de costas colombianas: la posible creación de unos Objetivos de Desarrollo Sostenible, que imitarían la experiencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Tal como van las cosas, esta idea puede ser una de las pocas sobre las que se logre un acuerdo, ya que, como lo explica Caballero, promete sacar adelante los problemas de los que se queja la mayoría, exceptuando el cambio climático que tiene agenda aparte: modificación de los patrones de consumo, fomento del desarrollo sostenible de los asentamientos humanos; protección de la diversidad biológica, de los bosques, de los mares, de los recursos hídricos; masificación de fuentes renovables de energía (a lo que se suman la pobreza y la seguridad alimentaria), puntos que faltaría nutrir de contenido es decir, de metas y alcances en el futuro.

"Pero esta idea tendría un par de obstáculos. Por un lado, una posición de los países en vías de desarrollo a quienes les preocupa la imposición de reglas que obstaculicen su desarrollo y, por su parte, la inclinación de los desarrollados a rechazar aquel lenguaje de derechos derecho al agua o derecho al desarrollo, que imponga responsabilidades compartidas, pero diferenciadas", dice la politóloga Laura Gil. Frente a estas diferencias, y porque sin duda requerirá futuras discusiones que llevarían incluso a un Estocolmo+40, como lo especula Rodríguez Becerra, la cumbre de Río+20, entre el 20 y el 22 de junio próximo, no podrá ser vista como un momento de todo o nada que defina nuestra suerte como terrícolas en 72 horas. Simplemente, será otro paso adelante.

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